El Cuidado Esencial
Por Luz María Chávez Ortiz**
Hombres y mujeres que han dado ejemplo universal del cuidado por la humanidad y la casa común, han dejado huellas imborrables, propiciando cambios en la cultura, en la sociedad o al nivel de los comportamientos. Algunos de ellos son: nuestras propias madres y abuelas, Jesús de Nazareth, Francisco de Asis, la Madre Teresa de Calcuta, Gandhi, José de Trino (el profeta Amabilidad).
Todos ellos son auténticos agentes de cambio, pues en su tiempo y espacio buscaron mejoras en su comunidad, dispuestas a hacer algo al respecto, sin importar su edad, cultura o género.
Todos ellos, fueron impulsados por una causa o pasión y, al mismo tiempo, inspiraron pasión en los demás a través de la motivación personal y colectiva que compartieron.
Al conocerles, la invitación “yo soy alguien y puedo hacer algo” nos resuena para contestarnos la necesidad que a diario podemos expresar: “alguien debería hacer algo al respecto”
La casa común se encuentra descuidada y maltratada, ante tal descuido y creciente abandono de la condición social en las ciudades, la mayoría de los habitantes se siente desarraigada culturalmente y alienada socialmente, la tecnología, con su aporte voraz, nos ha empujado al descuido e indiferencia por la dimensión espiritual del ser humano.
En lugar de cultivar la lógica del corazón y de la ternura por todo lo que existe y vive, al ser humano moderno le ha entrado un “complejo de Dios”. Se ha comportado como si fuera Dios.
A través del proyecto de la “tecnociencia”, ha creído que lo podía todo, que su pretensión de conocerlo todo, de dominarlo todo y de proyectarlo todo no tendría límites. Con esa pretensión se ha puesto demasiadas exigencias a sí mismo. Ya no aguanta tanto desarrollo, que está empezando a mostrar su componente destructivo al amenazar el destino común de la Tierra y de sus habitantes.
El “complejo de Dios” que padece el hombre moderno, le está abrumando, y no es para menos, el informe sobre la tierra ha descrito que el abandono por cuidar de la vida y su fragilidad nos llevará, a mediados del siglo XXI a una desaparición definitiva de más de la mitad de las especies animales y vegetales que conocemos actualmente.
Cultivar la lógica del corazón y de la ternura por todo lo que existe y vive, involucra desarrollar una filosofía del ser y una reflexión espiritual que nos hable del Sentido de todos los sentidos y que sepa organizar la convivencia humana bajo la inspiración de la ley más fundamental del universo: la sinergia, la cooperación de todos con todos y la solidaridad cósmica. Más importante que saber, es no perder la capacidad de aprender cada vez más. Más que poder, necesitamos sabiduría, pues es sólo ésta la que hará que el poder conserve su carácter instrumental, convirtiéndolo en medio de potenciación de la vida y de la salvaguardia del Planeta.
Nuestro planeta Tierra merece un cuidado muy especial, es el único que tenemos para vivir y habitar, es un sistema de sistemas y super organismos de complejo equilibrio, tejido a lo largo de millones y millones de años, en virtud del asalto depredador del proceso industrial de los últimos siglos.
Para cuidar del planeta todos debemos pasar por una alfabetización ecológica y revisar nuestros hábitos de consumo.
Hay que desarrollar una ética del cuidado. La buena noticia es que existen ideas que hoy en día buscan hacer la diferencia desarrollando estrategias de cuidado, un ejemplo es Basura Cero, cuyo concepto y política integral involucra asegurar que toda la basura o residuo de un producto o servicio pueda ser recuperado, eliminando con la necesidad de enviar estos residuos a disposición final en rellenos sanitarios, vertederos ilegales o siendo incinerados.
Estas ideas y proyectos se oponen al desinterés y a la indiferencia, es decir fomentan el cuidado. Cuidar es más que un acto, es una actitud. Por lo tanto, abarca más que un momento de atención, de celo y de desvelo. Representa una actitud de ocupación, de preocupación, de responsabilización y de compromiso afectivo en el otro.
Todo lo que hacemos tiene un impacto. Resulta, por ende, importante saber identificar cuáles son estos impactos y, con ello, disminuir los negativos y potenciar los positivos. No obstante, más importante que la identificación de los impactos, es el conocimiento del valor de la acción personal.
Me pregunto qué habría pasado si personas como Francisco de Asís, Gandhi o Teresa de Calcuta, no hubieran tenido conciencia del valor de su acción personal.
Su profunda consciencia y su pasión por el cuidado nos ha dejado un legado, el cual nos puede servir de inspiración a pensarnos como parte de la solución ante las problemáticas ambientales que nuestra tierra está sufriendo.
** Estudiante de la Maestría en Desarrollo Humano