Caminando hacia una nueva forma de entender mi hogar llamado tierra
Por Juan Gabriel Sánchez Alejos**
La realidad que vivimos en estos tiempos nos muestran sin duda que la humanidad camina rumbo a aun destino incierto, hacia una cada vez más inevitable crisis civilizatoria, los síntomas son claros, indiferencia hacia los niños, hacia los marginados de la sociedad, exaltación hacia el egocentrismo, perdida de la identidad y la cultura, poco desarrollo hacia lo espiritual, falta de respeto a las especies y hacia el medio ambiente; idolatría hacia la tecnología entre tantas manifestaciones de esta entropía de la humanidad.
Es alarmante ver cómo en cada región del planeta nos encontramos con grandes desequilibrios globales: en África desplazamientos humanos, destrucción de los recursos naturales. En América latina, sobreexplotación y privatización de los recursos naturales. En Europa y Norteamérica, focos de contaminación, falta de recursos como el agua, basura producida por la industria; y en Asia, crisis ambientales, destrucción por fenómenos naturales, destrucción de los recursos naturales.
Afortunadamente se vislumbran acciones de lucha para romper con esta inercia, pero que aún no son suficientes: la recuperación de un sentido trascendente o espiritual; la promoción de una educación que redignifique al hombre, empujar hacia la construcción de relaciones de mayor afectividad y respeto, sin embargo aún falta mucho para hacer.
Desde una visión del desarrollo humano es importante tener en claro que somos parte de este universo, que estamos interconectados con cada uno de los elementos que forman esta existencia, que debemos buscar alternativas a caminos que nos permitan una nueva percepción de la realidad, una nueva experiencia del ser, una forma de convivir de manera más armónica y de respeto con el planeta, una actitud más solidaria con los seres vivíos con los que compartimos este mundo,
Una necesaria ética desde una nueva forma de ver las cosas, recuperar las cosmovisiones de los pueblos ancestrales, como una forma de responder al cuidado de la casa común. Una nueva moral que nos permita escuchar el clamor de nuestra madre tierra.
Caminar hacia la sanación de un mundo herido, como lo expresa Leonardo Boff. El rescate de cada una de las regiones del planeta, la ciencia y la tecnología no solo al desarrollo económico, sino una visión de un desarrollo sustentable, armonioso e incluyente entre todas las criaturas que forman este mundo.
Es en la educación donde está el camino para dar sustento a los valores y hacia una moral verdadera que deben aprender las nuevas generaciones para ser promotores del respeto a la tierra.
La transformación a través de la educación que influya en el pensamiento, en el sentir y en el actuar de todos aquellos que buscan un mundo más sano, estoy convencido que la educación es el camino para hacernos conscientes de la realidad en que vivimos.
Una educación centrada en atender las necesidades, apropiarse de los criterios éticos del cuidado del medio, creatividad y lo más importante aprender a vivir juntos, aprender a cuidar a la madre tierra y a todas las especies que en ella viven, es decir una ecoeducación.
La educación debe de considerar las cuatro grandes visiones de la ecología: la ambiental, la social, la mental y la integral. (Nuestro lugar en la naturaleza y lo cósmico).
Educar para un buen vivir, una educación integradora, el ser humano como responsable del cuidado de nuestra casa común, una educación fuera de las aulas, en contacto con la piel de la tierra, rescatar el principio de la religación, todos los seres vivos son interdependientes.
Es por eso que, para poder encontrar un sentido significativo, proactivo en el individuo es importante ser consciente de su cuerpo, sentirse bien con uno mismo, reconciliación con el ser y el parecer, la conservación del vigor, buscando la libertad interior, abarcar todos los ámbitos de la realidad desde el más vasto (el universo) hasta el más íntimo (el corazón del individuo personal).
El mundo con sus tiempos modernos avanza de manera apabullante, con sus características de modernidad y materialismo como si caminara con su inevitable enfermedad terminal de desigualdad, de abuso por parte de la humanidad, por la violenta destrucción que las personas le propinan.
Sin embargo aún queda una luz de esperanza, una serie de acciones de unos cuantos consciente de esta situación, capaces de implementar medidas que permitan a través de la educación y de la conciencia humana de que solo somos parte también de todos los elementos de este mundo y del universo, que podemos considerar ese rayo esperanzador que permita hermanarnos nuevamente con la naturaleza, con la especies que cohabitan y comparten la maravillosa existencia con nuestro casa común llamada tierra.
**Estudiante de la Maestría en Desarrollo Humano