Compartir, cuidar, impulsar y encontrarse con el otro: lo que sostiene a la psicología social comunitaria.
Arantxa Sofía Lara Urzúa
Licenciatura en Psicología
Estamos finalizando el semestre de otoño 2023 y con él muchos proyectos pertinentes de la universidad. En mi experiencia, este periodo me correspondió trabajar en Casa Ibero “Segundo Montes, S. J.” Este espacio es un lugar de encuentro entre la comunidad Valle del Paraíso y nuestra comunidad. La colonia se encuentra a 15 minutos de nuestro campus, del otro lado del río Atoyac. Ahí donde se ven esas pequeñas casitas paralelas a Lomas de Angelópolis.
Valle del Paraíso es una comunidad segregada que cuenta con pocos recursos económicos; hay escases de agua, luz, drenaje apropiado, instituciones públicas y centros de salud. Sin embargo, no falta la iniciativa de la gente para salir de sus casas y construir espacios comunes, o compartir y disfrutar de la cotidianeidad en las panaderías, misceláneas, el área del común del castillo y Casa Ibero.
Fue una experiencia muy diferente a lo que yo esperaba en un inicio. Me imaginaba la psicología social como una movilización de cientos de personas en una comunidad para construir iniciativas o centros de resistencia social. Me imaginaba un proyecto masivo, complejo. Pero cuando nos sugirieron el proyecto de la recuperación de un huerto, llamó a mi atención la posibilidad de, a través de la tierra y el regreso a la naturaleza, poder incidir también con la gente. Después, más sorpresas, porque el proyecto no era con mucha gente, sino con una sola mujer. Mis dudas comenzaron a brotar ¿cómo la ayudaríamos? ¿realmente haríamos algo significativo?
Comenzaron las sesiones y entonces surgían más y más preguntas: ¿hasta dónde llegaba nuestra labor? ¿en qué punto esto se convierte en un voluntariado? ¿está mal hacer un voluntariado? ¿qué es en realidad la psicología social comunitaria? Todas ellas preguntas que iríamos contestando sobre la marcha, ante la prueba y el error.
Ahora comprendo que los resultados de la psicología social no siempre son cuantificables, a veces no son observables. La mayoría de las veces son semillas pequeñas que siembras en las personas, con la incógnita de si algún día germinarán, pero con la confianza de que resonaron en algún espacio. Y que los resultados no deben ser enormes para que sean valiosos, es a veces el contacto más pequeño; el reconocimiento más discreto; la actividad más sencilla lo que suma, lo que siembra.
Sin duda fue un semestre retador, pero también lleno de vida. Hoy sé que la psicología social es algo tan simple pero tan valioso como compartir, compartirse con el otro. Hoy veo esta acción, ya no como un mero verbo sino como un modo de proceder disruptivo con la realidad de un mundo donde cada vez estamos más distanciados los unos de los otros. El compartir como un “sentir con”, y el cuidar como proteger e impulsar (Almeida, 2012).
También me di cuenta de que casa Ibero, además de ser un proyecto de acción social, es un espacio de encuentro; de encuentro con el otro y de encuentro con uno mismo. Ahora veo la revolución en cosas tan “inofensivas” como la ternura y veo a cada persona como potencial de acción de esa revolución.
Ha sido un orgullo ver a cada uno de mis compañeros darle vida, involucrarse y desempeñarse en cada uno de sus proyectos y espero que las próximas generaciones que participen en Casa Ibero, se integren de igual manera con la gente de la comunidad; hay muchas semillas aún por sembrar y muchos conocimientos aún por cosechar.
Referencias
Acosta, A. E. (2012). Compartir y cuidar. Cómo cambiar al mundo. [Material de investigación]. Universidad Iberoamericana de Puebla. Repositorio institucional. https://repositorio.iberopuebla.mx/handle/20.500.11777/1642