Jornada por el Día Internacional del Libro
Alonso Rojas Cruz
Estudiante de literatura y filosofía
En esta Jornada por el Día Internacional del Libro debemos tener claro que este día celebra la libertad, «ese bien necesario por sí mismo», escribió Cicerón en alguna parte. La palabra libro, señala Sergio Pitol en el prólogo que acompaña cada uno de los tomos de su célebre Biblioteca del Universitario, está muy cercana de la palabra libre, solo la letra final de cada una las distingue. En latín ambos vocablos son homónimos, es decir, comparten la misma grafía y sonoridad, pero se diferencian en significado: liber. Si bien, no comparten la misma raíz, es innegable que ambas se complementan con armonía. El libro es un instrumento creado para hacernos libres. Ya lo decía Borges, de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es el libro; los demás son extensiones de su cuerpo y sentidos. El libro, en cambio, es una extensión de su memoria e imaginación.
El objetivo de esta Jornada fue el de generar un espacio de diálogo entre estudiantes interesados en el mundo de la escritura con autores experimentados en el tema. Si hubiera de sintetizar lo que se comentó en esta Jornada, podría ser recordando aquella sentencia latina que comparte el maestro Günter Petrak desde el primer día del Taller de Creación Literaria: Scribendo disces scribere. La escritura se aprehende a través de la lectura y la misma escritura; escribiendo aprendes a escribir.
Para la poeta, traductora y lexicógrafa Valeria Guzmán, «la escritura es una vocación, una emergencia de ser en el lenguaje». La poesía llama por sí misma a su objeto, nosotros, el lenguaje encarnado. La poesía es un baluarte inalienable que se posiciona ante un mundo que solo se cuestiona la utilidad de las cosas y las personas. Si la poesía, despojada de su función y contexto ritual, ha logrado sobrevivir y aferrarse a nuestros cambios después de miles y miles de años transcurridos desde que a los primeros homínidos se les ocurrió componer la primera canción del mundo, es porque en la palabra, en su cadencia, pausa y ritmo, hay algo místico e inaprensible.
Para escribir «hay que poner el cuerpo», mencionó Valeria, no puede ser de otro modo cuando, como afirmaría Bonifaz Nuño, quien aparte de su labor como poeta y traductor también fue profesor de gramática, la sintaxis gramatical dicta la estructura del espíritu humano, puede que incluso sintaxis y espíritu sean una misma cosa. Para Valeria la poesía y la lexicografía abordan un mismo fenómeno desde diferentes perspectivas, ambos enfoques se hacen desde el amor al lenguaje y a la palabra. «La poesía es caprichosa», esta «sucede, no se puede planear». Requiere, afirmaba Valeria, silencio como un prerrequisito; por eso el silencio no es antónimo de sonido, el antónimo de sonido es el ruido, pues «el silencio es la condición de la palabra».
Por su parte, Jorge F. Hernández recuerda aquello de que «todo escritor es antes que nada un buen lector». Ambos autores convienen en que lo importante es escribir y tener fe en el trabajo de uno y su valía, aunque, por supuesto, sin ignorar la autocrítica; ese látigo dedicado a la autoflagelación y cuyo azote surge para diferenciar la mala escritura de la buena escritura, y la buena escritura del verdadero arte, por recuperar la imagen de Capote en su prólogo a Música para camaleones. De ahí que la escritura sea un asunto de sinceridad.
No quiero abandonar estas líneas sin dejar de mencionar la insistencia de Jorge por que adquiriéramos su libro Réquiem para un Ángel (2007) y Un bosque flotante (2021) (los anoto aquí para no olvidarlos) publicados por el sello Alfaguara; también recordar los cuentínimos (el término existe y está universalizado) escritos durante su encierro en la pandemia.
Cierro este texto recordando aquello dicho por Borges sobre que «un libro es un objeto físico en un mundo de objetos físicos». Un conjunto de símbolos muertos a los que, para el lector adecuado, la oculta poesía en las palabras (meros símbolos abstractos y abstracciones de símbolos) surge a la vida causando la resurrección del mundo.