EL REGRESO A LA UNI
Escrito por Santiago Andrés Díaz Ibarra
Estudiante de Comunicación
Bajé la rampa a toda velocidad, el viento pegaba en mi cara y apenas podía abrir los ojos, sentía las gotas de lluvia recorrer mis mejillas deslizándose hacia arriba; ya saben, cosas de física. En ese momento no se me cruzaba por la cabeza la idea de que iba a regresar a clases presenciales, estaba más preocupado en no caer en los charcos o que los coches no me atropellaran, no quería lastimarme. El cansancio en mis piernas pesaba, era como si se me estuviesen quemando, pero volver a clases presenciales era lo único que me interesaba; sentí el dolor en mis manos al aferrarme tan fuerte al volante de la bicicleta para no caerme, controlando cada movimiento de la llanta delantera, cuidando cada rodada.
Estaba a menos de 300 metros de la universidad, mi respiración se agitó, el corazón se me aceleró y sentí un nudo en el estómago, no podía creer que después de casi dos años me encontraba de regreso en la universidad, en otra universidad. Mi mente se encontraba en otro lugar y sentí que me hundía, no sabía que pasaba, cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, había caído en un charco. No fue el golpe sino la empapada lo que me hizo volver a la realidad y cuando sucedió ya estaba enfrente de la IBERO. Apreté los frenos con delicadeza mientras me bajaba de la bicicleta, y sin soltar el manubrio vi al policía, – ¿Qué onda?, buenos días- exclamé recibiendo la misma respuesta.
Una vez pasado todo el registro de desinfección solo quedaba recorrer un pasillo con una longitud no mayor a 100 metros, pero se sintió como si caminara un maratón, estaba de regreso en la universidad que me vio crecer, con la que compartí momentos inolvidables en las ferias y eventos, estaba nervioso porque sabía que sería distinto, porque ahora volvería a pisar la universidad como estudiante; recorrer esos 100 metros revivieron recuerdos en mí. Llegué a la zona de las bicicletas, saqué de mi mochila una correa para pasear a mi perro, ya que por desgracia la llave de la cadena de mi bicicleta se había extraviado, así que me propuse amarrarla bien, coloqué el candado y ¡listo!
Solté la bicicleta y todo se volvió oscuro, tardé unos minutos en darme cuenta de que estaba en mi cuarto, sudando, tenía la respiración agitada y me temblaban las piernas, no me podía mover, tardé unos segundos en tranquilizarme y me volví a acostar. Mañana empiezan las clases híbridas, mañana regreso a la universidad, pensé, cerré los ojos y me dispuse a dormir, pero llegó un pensamiento a mi cabeza que me estremeció totalmente ¡El automonitoreo!