Desaparecer en México: el papel de las mujeres en la búsqueda de personas
Daniela García Espinosa*
Nadia Andrea Ortiz López*
*Estudiantes de la Licenciatura en Comunicación de la IBERO Puebla.
Actualmente alumnas prestadoras de Servicio Social en el área de Incidencia Mediática del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ.
“Las niñas y los niños del sexenio de Calderón” nos dicen a todas aquellas personas que vivimos nuestra infancia en uno de los panoramas más inseguros de este país. Somos miles de personas que, hoy en día, en plena adultez, desconocemos la idea de un México seguro y que, desde pequeños, nos enseñaron a actuar frente una amenaza de tiroteo, una llamada de extorsión o un caso de secuestro.
Uno de los temas ligados a la crisis de seguridad que más fuerza ha tomado en la última década es el de la desaparición de personas. En nuestro país, las personas desaparecen por ir a trabajar, por viajar en carretera, por ejercer una profesión, por exigir respuestas o por defender causas. Un ejemplo muy claro de esto son las personas que defienden al medio ambiente y se oponen a las políticas creadas por el gobierno, o las y los periodistas que tratan ciertos temas. Las personas desaparecidas se convierten en víctimas cuando se oponen a grupos poderosos, ya sean del crimen organizado (desaparición por particulares) o incluso el mismo gobierno (desaparición forzada).
Las desapariciones siguen en incremento. Según datos oficiales, del 15 de marzo de 1964 al 31 de agosto de 2021, en México había 91,351 personas desaparecidas y no localizadas. De ellas, 15,924 personas han desaparecido en el actual sexenio.
Aunque los números son desesperanzadores, un elemento clave para enfrentar esta crisis ha sido la labor de las familias de las personas desaparecidas, particularmente de las madres, abuelas, esposas y hermanas. Dentro de las marchas y las acciones de búsqueda es normal ver a las mujeres liderándolas.
Sobre el rol de las mujeres dentro de la búsqueda de personas, Anaís Palacios y Raquel Maroño, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia A.C., mencionan que esto se da, principalmente, por la estructura tradicional de la división del trabajo: los hombres salen a trabajar mientras que las mujeres salen a buscar justicia y a sus hijas e hijos. De igual forma, por la relación entre el vínculo que se crea por haberlos cargado por nueve meses en el vientre y la delegación de las labores del cuidado.
Camila Ruiz Segovia y Melissa H. Jasso, en Las Mujeres que buscan a personas desaparecidas en México enfrentan múltiples retos, también mencionan los factores económicos que pueden llevar a una mujer a buscar justicia y en algunos casos dejar de buscarla, ya que, en la mayoría de los casos, la desaparición de su familiar representa la pérdida de los ingresos que servían para mantener a la familia. Por falta de recursos la familia de las personas desaparecidas debe cesar su búsqueda para seguir manteniendo al resto. Esto se puede ver en el caso de María Herrera Magdaleno quien sufrió la desaparición de dos de sus hijos en el 2008, y cuando dos de sus hijos deciden buscar apoyo económico para continuar la búsqueda de sus hermanos, también son desaparecidos.
Cada vez es más difícil lograr sensibilizarnos ante la violencia exacerbada. Crecer y vivir en condiciones tan graves como éstas, requiere acciones contundentes. Se requiere un acompañamiento para las madres de víctimas; protección y garantías para las familias; de protocolos de búsqueda eficaces; y, sobre todo, se requiere de la colaboración, empatía, organización y solidaridad de la sociedad.
La desaparición de personas no sólo afecta a las familias, nos afecta a todas y todos ante un ciclo de violencia que pareciera no tener fin y frente a un Estado fallido cómplice.
Los desaparecidos nos faltan a todos.