¿En dónde queda el poder?
Por: Alexa Larisa Velázquez Rodríguez
Estudiante de Relaciones Internacionales
“The man dies in all those that keep silent”
Wole Soyinka
A lo largo de la historia, alrededor del mundo, se han cometido miles de actos atroces en contra de la humanidad, los cuales, han sido legitimados por el poder político predominante, ya que, las vidas de “minorías” o grupos de oposición dentro de un Estado no valen como las de quienes apoyan y reproducen los intereses de la élite gobernante.
De esta forma, cada individuo que decide, de distintas maneras, ignorar / actuar / promover las acciones violentas de un gobierno, es cómplice que sostiene la estructura de un poder político egoísta / desigual / excluyente.
A pesar del establecimiento de gobiernos democráticos y de supuestos defensores de derechos humanos, la violación de éstos no deja de ocurrir en cada nación, y pareciera que la negligencia de la comunidad internacional va en aumento. Intereses económicos y políticos son la razón fundamental que obstaculiza la protección pronta y eficaz de nuestros derechos humanos, permitiendo: genocidios, asesinatos,racismo, violaciones a los derechos de las comunidades indígenas, pobreza, explotación laboral,desapariciones, tortura, inseguridad, machismo, exclusión de la comunidad LGBTTTIQ, falta de educación y acceso a la salud, desnutrición, entre muchas otras.
Ante esta realidad violenta, a la cual, muchos son indiferentes, se vuelve necesaria una reivindicación de quiénes también son el poder político. Solemos pensar que sólo la clase política tiene ese poder y capacidad para garantizarnos cada uno de nuestros derechos. En parte es cierto, ya que nuestros representantes políticos están obligados a proteger y garantizar nuestros derechos, sin embargo, sin una sociedad unida, activa, informada y conciente, que haga uso de su poder político (fragilizado por la élite política), permitimos la continua violencia que el gobierno ejerce hacia la mayoría de su población.
Vivimos en este mundo globalizado, que a la vez, intenta separarnos y logra que nos veamos como “el otro”; lo único que importan son mis propios problemas,lo que le suceda al otro no me afecta,ese país está muy lejos, aquí estamos bien, ese no soy yo. Aún no logramos ver que vivimos en un mismo planeta, el cual hemos destrozado como si tuviéramos otro planeta seguro. Sin duda, cada atrocidad cometida nos afecta, porque nadie está seguro ante la falta de garantía de nuestros derechos humanos.
“El otro” soy yo para alguien más; si no reconstruimos esa solidaridad y empatía perdidas, la probabilidad de que nuestra vida sea más precaria se vuelve mayor. Tengamos la valentía de luchar por un futuro mejor, porque merecemos respeto y una vida digna. Seamos conscientes de cada realidad en este mundo y aprendamos de los errores de la historia, si es que queremos vivir y dejar vida en este planeta.