Del pensamiento técnico a la creatividad
Valeria Salazar Bustamante
Licenciatura en Diseño Industrial
André Malraux dijo una vez “La cultura es la suma de todas las formas de arte, amor y de pensamiento, que en el curso de los siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado”. Y es que no va a haber mejor frase que describa lo que el arte y la cultura significaron en el trayecto de mi carrera. Vamos que no diré que mi carrera fue esclavizante, pero sí que en un momento había olvidado que no todo son tareas y entregas, había olvidado que también es justo y necesario un tiempo para mí misma, para convivir, para recrearme.
El darme la oportunidad de tomar un taller artístico me invitaba a tomar un momento para mí, que por un momento no tenía tareas, entregas o parciales. Era yo en ese espacio, donde convivía con personas ajenas a mi carrera que compartíamos esta curiosidad por aprender y hacer algo nuevo. Y es que para muchos sonaba como una pérdida del tiempo pasar dos horas bailando o leyendo los diálogos de una obra, pero esas dos horas me salvaban de muchas frustraciones, estancamientos que no me dejaban terminar mis trabajos y que disparaban mis niveles de estrés.
Gracias a esas dos horas que me regalaba, pude recordar “el por qué” me gustaba mi carrera. Y es que a pesar de estar en una licenciatura creativa cómo el diseño industrial, mi imaginación y creatividad se me habían estancado, predominando el pensamiento técnico y crítico que la carrera me brindó, y está bien, al final, saldremos a este mundo a diseñar productos para problemas reales con soluciones reales, pero también está el recordar que tenemos capacidad para crear e innovar y eso pude entenderlo al llevar una disciplina tan ajena a la carrera como el teatro, grabado o baile.
Recuerdo el primer taller que tomé, creía que el grabado era más un proyecto de metalurgia que me ayudaría con mi carrera, pero cuando llegué al salón el primer día, me recibió el profesor con todos sus trabajos y quedé sorprendida al ver las obras tan preciosas que esta disciplina de la gráfica permite hacer. Y es que el poder deslizar la gubia en el linóleo era algo tan terapéutico como hipnotizante, se disfrutaba de principio a fin y ni hablar del momento de revelar los grabados porque ¡señor, qué impacto!, que bello era ver tu imagen con la tinta negra en la hoja blanca, era un encantamiento, era ver todos los trazos marcados al rascar el linóleo con la gubia, y todo se veía tan bonito, todo aquello que creía que fue un error, las rebabas que quedaban, todo eso le daba vida a la obra, la hacía única y es que para mí fue mágico.
Esto fue el inicio de lo que deparaba en el tiempo que tomé talleres, porque realmente esto me impulsó a tomar cosas nuevas, me llevó a poder expresar mis emociones a través del movimiento en danza contemporánea, a socializar y perder la pena en ritmos latinos, poder encarar y encarnar las emociones reprimidas a través de un personaje en teatro además de la memoria y desmentir que el fuego destruye a partir de crear piezas en joyería.
Vaya que nada de esto sería posible sin la guía de los profesores que realmente aman lo que hacen, tanto que lo saben transmitir, hacen la invitación a explorar y experimentar sin prejuicios, te guían a dar lo mejor de ti a tal punto que desarrollas mucha confianza en ti mismo, gracias a Carlos Flores, Cinthia Pérez, Eloy Castillo, Erik Necochea, Male Herrera y Alfredo Cruz.
Y es muy bonito saber que no soy la única que piensa así, en este trayecto universitario tuve la oportunidad de asistir al Festival Cultural Universitario en el ITESO, donde invitaron a otros campus de la Ibero, no saben lo bello que fue el ambiente y lo fácil que fue crear conexiones, conocer a personas de otros Estados de la República que estudian distintas carreras y que estaban en múltiples talleres, pero a quienes nos unía esta curiosidad, el poder compartir así como el poder expresar emociones, contar una historia o exponer una idea a través de una fotografía, baile, pieza, pintura, puesta escénica…. De verdad que es algo que deseo que todos vivan.
Ya para concluir, el poder estar cerca del arte, nos recuerda este factor humano de la sensibilidad, que en un mundo competitivo y capitalista se nos olvida y perdemos esta capacidad de pensar en el bien común, el compartir y nutrirnos mutuamente, porque sí, eso es lo que alimenta nuestra cultura y lo dejamos como legado para próximas generaciones. Me siento muy afortunada de tener la posibilidad de reencontrarme con este factor y estar acompañada de personas con este mismo pensamiento.