Día Naranja: “Porque América Latina será toda feminista”
Patricio Pérez González
Estudiante de Derecho
El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, mujeres dominicanas opuestas al régimen encabezado por Rafael Trujillo, fueron desaparecidas, violadas y asesinadas por su propio gobierno en represalia de su activismo político. Reconocidas mundialmente como mártires de la libertad y la democracia, en 1999 esa misma fecha fue adoptada como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de la Mujer por la Asamblea General de la ONU.
Fue con el bagaje histórico y social de esta fecha, además de sus años de activismo en pro del feminismo, que la poblana Olimpia Coral tomó la máxima tribuna de este país, armada con su voz, su historia, un pañuelo verde en su muñeca izquierda, uno naranja en la derecha y el movimiento que, aunque ausente en el recinto parlamentario, nunca ha dejado su lado. Así, valientemente se paró bajo la mirada de los Lábaros Patrios paralelos, el enorme escudo nacional y los héroes de la historia que con sus nombres en dorado enjoyan el Salón de Sesiones del Palacio Legislativo de San Lázaro.
Durante poco menos de treinta minutos, mientras intentaba disimular los nervios, Olimpia no sólo le explicó a las y los diputados el porqué de su lucha, sino también a un país dividido que no luchaba por matar bebés, sino por salvar a sus hermanas. Con voz acelerada, enumeró las tribulaciones que tuvo que soportar al proponer la Ley Olimpia a los poderes legislativos locales para su adopción, de cómo su familia se enteró de la filtración de un video íntimo que fue publicado en internet sin su consentimiento, y cómo esto casi la llevó a quitarse la vida. En resumen, dio su perspectiva de vivir en un país en el que en sus leyes plasman una realidad ajena a la de la mayoría de su población; un país donde la norma sirve únicamente como supuesto y donde la única verdad es la violencia; la violencia como forma de vida; la violencia como innegable universal.
Es, pues, en esta batalla por los derechos y la erradicación de la violencia, que como en cualquier guerra de trincheras, cada milímetro ganado es motivo de júbilo, que una mujer de Huachinango, Puebla, con el mismo nombre que la Girondina que escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, pudo entrar a la Cámara de Diputados y recriminar de frente a quienes dicen servir al pueblo; con los legisladores presentes de pie, les hizo comprometerse a eliminar la violencia que ha invadido a nuestro país, rematando con una frase que algún día colgará en letras doradas junto a “la Patria es primero”: “de nada sirve tener poder si este poder le sirve al patriarcado”.
Más allá de pararse en tribuna para contar su historia, Olimpia se volvió la directora de un coro de voces que retumban la rabia de vivir en un país donde nueve mujeres son asesinadas al día; se convirtió en una cronista de las historias de abuso y violencia de las que están con nosotros y de las que no, también.
“El miedo ya cambió de bando”, fue la máxima que pregonó al concluir su histórica intervención y tiene razón: ya las morras no tienen miedo, ahora el terror vive en los violadores, en los que pegan, en los que maltratan y en los que denigran. Hoy ganaron ellas: las mujeres, el feminismo y las que salen a marchar para que sus hermanas, sus hijas, sus madres y sus amigas tengan un mejor país donde vivir.