La caótica relación sociedad-medioambiente: crisis civilizatoria y complejidad mutua
“Cada pistola que se fabrica, cada buque de guerra que se bota, cada cohete que se dispara significa, en último término, un hurto a aquellos que pasan hambre y no son alimentados”.
Presidente Dwight D. Eisenhower
Ya anunciaba el filósofo Bartra (2013) “la humanidad enfrenta una emergencia polimorfa, pero unitaria” y no estaba nada equivocado al momento en el que logró llegar a dicho enunciado. El contexto espacial en el cual él contribuía lo orilló a pensar en una frase sintética que lograse expresar, con una cuasi perfecta analogía, toda la entropía participe en la compleja película en la que la raza humana -según el humano mismo- es el protagonista; una película que relata la relación que entabla el humano con su entorno día con día.
¿Nuestros actuales problemas eran los mismos que padecían las sociedades hace 400 años? ¿los conceptos e instituciones que conocemos hoy, eran las mismas?; qué sucedió con la flora y fauna existente en el periodo triásico, ¿es la misma que prolifera -y cada vez menos- en este planeta? Por más lógicas que puedan ser las respuestas y por más ilógicas que las preguntas logren parecer, un hecho plausible es que todo cambia; nada es igual, nada funciona de por vida bajo el mismo esquema, ni con la actuación de los mismos personajes. Pueden existir transformaciones, pero no cambios que se alejen de las directrices de estos esquemas demarcados por alguna fuerza prometeica que hace alusión a tener el control de todo. Similar a una economía de mercado, que, aunque el modus operandi consista en un más que lógico sistema de precios regido por la Ley de oferta y demanda, y la finitud de bienes, este resulte tan complejo que logre maravillar a más de uno con sus grandes fallas y aciertos.
A como yo lo veo, la relación sociedad-hombre-naturaleza, se comporta similar a un comportamiento radiactivo de transmutación nuclear. En este, los núcleos son inducidos para chocar con otros núcleos; como resultante, se libera una gran cantidad de energía. Haciendo la analogía a la relación ya mencionada, se puede inferir que los comportamientos del humano sobre el medio ambiente <<distinto al “ambiente”>> han tenido grandes impacto en el espacio en el que este se desarrolla; obteniendo como resultado un cataclismo en el sistema, una emergente variable en la ecuación, una variable que las “fuerzas invisibles” ya mencionadas, parecieron no pronosticar.
Hace aproximadamente 10.000 años ocurrió un hecho sin precedentes: la invención de la agricultura en el Oriente Próximo (Reichholf, 2008, p. 7). Como menciona Reichholf (2008), a partir de este hecho, el humano logró abstraerse de la naturaleza. Por sus propias manos, consiguió algo que marcaría un antes y un después en el paisaje “natural”. Ya no era tan dependiente de los ciclos naturales regenerativos; dejó de ser víctima de la insaciable y atroz incertidumbre que corrompía sus días al librar batallas para vivir y alcanzar el éxito reproductivo y perpetuar su participación en la escena. El humano sufrió una metamorfosis en su modus vivendi, se jactó haber trascendido, quizás, a algo “mejor”. Los ejemplares de nuestra especie pudieron, de cierto modo, independizarse y manipular -según sus necesidades- a su entorno; comenzó con la domesticación de la flora y fauna, quedándose con aquellas cuyas características fungieran a favor de sus intereses crecientes y de su hambre creciente, para satisfacer a una demografía que se comportaba bajo el mismo dictamen: creciente. . Las pequeñas tribus separadas por barreras naturales <<fenómeno conocido en Biogeografía como “distribuciones disyuntas”> consiguieron conectarse y dar lugar a las ciudades y pueblos. (Reichholf, 2008, p. 7). Todo este complejo cambio dio lugar a nuevas reglas en el juego; prácticamente aquí surgió el antropocentrismo, aquí partió el inicio de un complejo sistema de mercado que rige al mundo tal y como lo conocemos ahora.
Partiendo de lo que ahora sabemos: el humano cambió su estatus de nómada para ser sedentario y, de ese modo, abstraerse e independizarse del entorno natural. Pero, ¿es este el único parteaguas que modificó abruptamente la armoniosa relación hombre-sociedad-naturaleza? y, si la respuesta es “no”, ¿Cuál será ese otro acontecimiento o proceso civilizatorio que nos tiene tiene entre la espada y la pared?. Pues bien, similar a una línea del tiempo de amplia envergadura, viajaremos en el tiempo hasta el siglo XVII <<finales>>. Es a finales del siglo XVII y principios del XVIII que surge la muy sonada “revolución industrial”; un periodo lleno de hallazgos científicos en un sinfín de ciencias. Todos y cada uno promovidos por pensadores y pensadoras que, a su vez, estaban motivados por una nueva clase de “escuela de pensamiento”, en la que la prioridad era el conocimiento científico y las ventajas de índole económica que este pudiese traer. (Castillo et al., 2016). El discurso liberal fue el principal motor de gran cilindrada que logró producir el trabajo, compuesto por una fuerza y un desplazamiento para promover la idea de la teoría económica sobre de los “recursos naturales”. (Castillo et al., 2016). En dicho discurso se promueve la idea de teorizar el valor de los recursos naturales y, simplemente, -y bajo un muy reduccionista discurso- simplificar su importancia a solo eso: recursos; bienes para producir más bienes; algo carente de un trasfondo, de una identidad.
El discurso liberal, optó por ser brutalmente reduccionista, pasando por alto tantos años de evolución en una relación mutualista hombre-naturaleza <<obviando que el humano ya se sentía abstraído de la misma>>. Ahora bien, en la teoría, de manera somera, pareciera ser que el discurso liberal funcionará como una palanca de crecimiento económico y de desarrollo, pero es este monstruo posesivo e insaciable del “tener más a costa de que tú tengas menos” el que nos tiene estrangulados y a punto de morir. Diversos autores, p. ej. Thomas Piketty, Kate Raworth o Gerardo Esquivel -entre tantas mentes brillantes- nos han ilustrado de manera lógica lo que nosotros mismos podemos ver de manera sintética: el crecimiento económico no es lo mismo a desarrollo. En realidad, son conceptos prácticamente antagónicos.
De manera que tenemos lo siguiente: la invención de la agricultura, la revolución industrial acompañada del discurso liberal, y nos falta algo imperativo: la Crisis Civilizatoria, conformada por muchas crisis en ámbitos más específicos. Y este enunciado hace un perfecto recordatorio a la frase del doctor Bartra <<misma con la que se da inicio a este trabajo>>. Existen muchas crisis, sin embargo, podemos resaltar algunas: la crisis energética, la crisis medioambiental, la crisis migratoria, la crisis alimentaria, la crisis política, la crisis bélica, la crisis sanitaria y la crisis económica. (Bartra et al., 2013). Tal y como menciona Bartra en “Crisis Civilizatoria y Superación del Capitalismo” (2013), junto con los economistas Ana Esther Ceceña y Raúl Ornelas, el abogado John Holloway y el activista Gustavo Esteva, todas estas crisis poseen un mismo apellido epistemológico. De tal manera que, como comenta el economista Enrique Leff en Ecología Política (2019) la crisis civilizatoria es producto de una crisis aun más profunda: la Crisis Ontológica. Es decir, la manera en como se ha desarrollado la naturaleza del ser, así como su misma existencia. De tal modo que, al buscar una solución para todas estas crisis, primero hay que preguntarse qué queremos hacer sostenible: ¿el modelo capitalista que mantiene pútridamente millonarias a unas cuantas personas a costa del sufrimiento y despojo de dignidad a un millar más? ¿queremos perpetuar que la movilidad social sea un mito?; para el futuro, ¿se considerará algo normal el éxodo, el despojo de familiares y el despojo de la empatía?, ¿Cuál es el futuro que queremos?, ¿vamos a querer compartir dicho futuro?.
Como ya se ha comentado, la Crisis Civilizatoria tiene múltiples aristas para analizar <<probablemente sea el fenómeno más complejo a pensar>>, es por esto que hay que “tomar al toro por los cuernos” y analizarlo en serio: estudiar a la crisis desde su nacimiento. Recordando un fragmento de diálogo de una serie muy famosa, llamada Better Call Saul: “tu argumento se basa en arenas movedizas, es por eso que colapsa”, pues bien, ante toda tentativa de informalidad, esta frase va muy ad hoc, pues -y hay que mencionarlo-, el problema de la Crisis Civilizatoria <<ontológica>> yace en su génesis misma. Y dicha génesis se da cuando el ser humano comienza a abstraerse como ser anti natura.
De alguna manera, el pensamiento racional, lógico y empático, se olvida cuando existen intereses de por medio; es algo tan humano.
Referencias:
- Bartra, A., Ornelas, R., Cedeña, A., Esteva, G. & Holloway, J. (2013). Crisis civilizatoria y superación del capitalismo. UNAM, Instituto de Investigaciones Económicas.
- Castillo Sarmiento, A. Y., Suárez Gélvez, J. H., & Mosquera Téllez, J. (2017). Naturaleza y sociedad: relaciones y tendencias desde un enfoque eurocéntrico. Luna Azul, 44, 348-371. DOI: 10.17151/luaz.2017.44.21
- Leff, E. (2016). Ecología Política: De la deconstrcción del capital a la territorialización de la vida. Siglo XXI
- Maciel-Mata, C. A., Manríquez-Morán, N., OctavioAguilar, P. & Sánchez-Rojas, G. (2015). El área de distribución de las especies: revisión del concepto. Acta Universitaria, 25(2), 3-19. doi: 10.15174/ au.2015.690
- Reichholf, J. (2008). La invención de la agricultura. Crítica. p. 7.