Nunca seremos los mismos, el agua de un río nunca pasa dos veces por el mismo sitio
Por Florentina Salgado Hernández
Saborear los recuerdos previos a la pandemia es como cuando tienes antojo de comerte algo con muchas ganas y que no has probado en mucho tiempo, aunque en el caso de los recuerdos suelen convertirse en un trago amargo cuando se van. ¿Es que algún día volverá a ser la vida como la recuerdo?, ¿realmente fui capaz de apreciar y atesorar esos momentos antes de que fueran?, lo amargo de éstos, lo que duele, es que la vida nunca volverá a ser igual.
El último jueves antes de entrar en cuarentena, fue como cualquier otro del semestre, salimos de la universidad a las cinco de la tarde. Nos reunimos en las aulas del segundo piso del edificio C y partimos hacia la entrada principal para ir a la Gandhi. Si me hubieran dicho que era el último, ¿lo habría disfrutado más?, no lo creo, cada momento con mis amigos es lo mejor que tengo y lo disfruté al máximo.
Al principio fueron como unas vacaciones anticipadas, aunque una pregunta me hacía cosquillas, y aún lo hace, ¿qué es lo que pasará con los movimientos sociales que dieron un vuelco al inicio del semestre?, ¿se olvidarán?, ¿seguirán a la distancia? Ahora sé que la respuesta es sí, seguirán a la distancia y nacerán y reavivarán muchos otros que nos recordarán que la vida humana es valiosa sin importar su envase o contenedor.
Pero de repente el semestre era comido, al igual que nuestras esperanzas de salir pronto del distanciamiento social. En mi caso, la ausencia de normalidad y de una rutina hizo que viejos monstruos aparecieran de nuevo. Padezco de trastorno de ansiedad generalizada, lo que hace que cualquier cambio en mi rutina, así como un ambiente estresado y ansioso, producto de la situación actual, me haga salir de mi zona de confort y tenga recaídas. Por fortuna, no todo fue negro en esta ocasión, pude ver los avances del tratamiento, que cada vez sigo con mayor rigurosidad (lo cual no ha sido fácil porque me lleva a enfrentarme con mi realidad), ya no fueron aquellas veces que no podía respirar, que lloraba por todo, que sentía que el mundo era mi enemigo y que todos estaban en mi contra. Me di mi tiempo, lloré lo que tuve que llorar, me limpié las lágrimas y continué.
Este aislamiento en el que muchos nos encontramos, ciertamente ha sido duro, para unos más que para otros. No quiero hacerme la víctima, porque ese tiempo ya pasó. Pero en momentos de fragilidad por mi condición me ha permitido reflexionar.
Por ejemplo, cada vez que salgo a hacer mis compras para la semana, el corazón se me encoge por toda esa gente que no puede quedarse en casa, y comencé a preguntarme cómo la puedo ayudar, y en general todos. Y he pensado en algunas acciones como son: 1) En lugar de ir al súper, ir al mercado. 2) Aunque no es la mejor forma de ayudar, pero dadas las circunstancias no me parece mal, dar a las personas que nos encontramos en los semáforos lo que esté en nuestras posibilidades y estemos dispuestos a dar. 3) Aquellos que podamos quedarnos en casa lo hagamos y empatizar con aquellos que no tienen la posibilidad. 4) Hacer consciencia sobre todos aquellos que se encuentran en la primera línea de combate y defensa, el personal médico que está dando lo mejor de ellos, no solo como personas, sino su tiempo, su seguridad y, sobre todo, la posibilidad de perder la vida. No los veamos como enemigos, pensemos que ellos son seres humanos al igual que nosotros, pero a diferencia de nosotros en este momento, duermen pocas horas, comen de igual manera y la muerte no los deja en paz.
Sé que el miedo se ha vuelto nuestro principal enemigo, créanme lo sé de primera mano porque la ansiedad es eso, un miedo excesivo y exacerbado hacia nuestro entorno, tomémonos un momento en soledad, calmemos el miedo y volvamos a respirar… a vivir, a ser humanos. Desaceleremos.
Un consejo, o una maldición en mi caso, como suele decirme mi psicóloga, “en esos momentos de desacelere, haste cuantas preguntas te puedas hacer, escríbelas o no, si tiene respuesta en el momento: respóndelas, si no déjalas para después”. Otro consejo más es reestablece relaciones y fortalecer las ya están.
Lo que puede salir mal, puede salir peor. Depende de ti si aprendes de ella, le das lo mejor de ti o te sumes con ella. Sé que suena como motivación de Bárbara de Regil, pero yo le agregaría: está bien no estar bien, alegre, siempre sonriendo, puedes encontrar momentos para estar triste, deprimida, enoja u odiando al mundo, siempre habrá momento para lo opuesto. Los días más nublados igualmente tienen su función, las plantas requieren tanto del agua de una tormenta como del brillante sol.
Esta contingencia es como una montaña rusa, va y viene, pero al igual que la montaña rusa la enfrentaremos con sus altas y bajas.