La sonrisa de antes
Por Lourdes Serrano Romero
Me veo en el espejo y no sé de quién es la mirada reflejada al otro lado. Sus manos son libres y las mías aprietan un cuchillo. Ella me sonríe y mi mano empuñada emprende la travesía de mi cuerpo. El comienzo es lento cuando se desliza por mi rostro, sigue a la misma velocidad al pasar por mi cuello de venas marcadas, que estorba su paso cuando trago esta saliva amarga. Su camino se torna liso hasta llegar a mi ombligo. No sé por qué respiro tan fuerte, ¿qué es esta lágrima incierta que resbala de mis ojos?
Como un imán, mi mano lo lleva de vuelta a mi cuello. Una marca roja aparece y me divide. Igual que el espejo me separa de quien está detrás de él.
El cuchillo es de hielo, adormece mis sentidos cuando comienza a girar, pero no se compara con el remolino de emociones al sentir que mi pecho hierve y se descose. El olor que sale de él es de carne olvidada. La puerta de mi alma está abierta.
Levanto la mirada y no hay nadie detrás del espejo. Y lloro. No me duele la herida, me duele el abandono.
Una mano, con el sol en sus dedos, me levanta. Aquí está de nuevo. Tiene mi cara, pero le acompaña una sonrisa que sola se defiende, me abraza y suavemente susurra “Te perdono”.