Candidaturas independientes y la reoxigenación de la política
Por: María Guadalupe Cedillo Mata
Estudiante de Relaciones Internacionales
El proceso electoral de julio se aproxima cada vez más. Las conversaciones en los espacios públicos giran en torno al posible rumbo que nuestro país pueda tomar con algún cambio de gobierno o la continuación del mismo.
Un contexto social, político y económico como el de México forzosamente se traduce en una diversa gama de candidatos en la contienda por la oficina presidencial y los casi 3 mil 500 puestos de elección popular. Los personajes apoyados por los partidos “de siempre” concuerdan con el estereotipo de un líder político en el país, sin realmente marcar una diferencia con sus antepasados. Las campañas de desprestigio diseminan mensajes ridículos y hacen de dicho momento transcendental para la historia del país, un asunto de risa.
No obstante, con la aparición de las candidaturas independientes, las elecciones se encuentran en un proceso de apertura democrática hacia una mayor y mejor participación ciudadana.
Existen tres tipos de candidatos independientes en México de acuerdo con el panorama político del país. El primer tipo surge de la estrategia electoral de los partidos hegemónicos por fragmentar el voto de la población, como un medio de colonización política para lograr la dispersión. El segundo lo conforman todos aquellos militantes que han sido expulsados o fracasaron en obtener el respaldo y la nominación de su partido de origen y ven en las candidaturas una oportunidad para permanecer relevantes en el juego político. El tercero, y el que en la actualidad presenta mayor dificultad para hacer valer su derecho a ser votado, son las candidaturas de ciudadanos comprometidos con una verdadera transformación de los espacios públicos desde los puestos de toma de decisiones.
En Puebla, el doctor Enrique Cárdenas y su movimiento “Sumamos” es sólo uno de los muchos ejemplos de proyectos de recuperación del poder público por medio de candidaturas independientes que existen actualmente en el país.
“Sumamos”, junto con su lema #LeEntramos, exhorta a la población del estado de Puebla a visualizar por primera vez un gobierno honesto en todos los niveles, que se comprometa con asegurar una vida pública libre de corrupción y de impunidad. No obstante, como es el caso de otros candidatos, el movimiento se encuentra amenazado por las condiciones desiguales en las que son obligados a competir. 137 mil firmas (3% de la lista nominal) son necesarias para obtener el derecho de ser candidato por la gubernatura de Puebla, mismas que se deben conseguir en tan sólo 30 días.
La situación es diferente para cada candidato de acuerdo con el Estado, municipio o distrito en el que se encuentre, el puesto elegido y la cantidad de población que habite el espacio. Por poner algunos ejemplos: para la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México son necesarias 75 mil firmas en un plazo de 120 días; para la delegación de Iztapalapa se requieren 14 mil en 60 días y en el caso de la Presidencia de la República son 870 mil en 120 días.
México no es el único país que cuenta con la figura de candidaturas independientes, pero sí es una de las democracias que apenas está haciendo uso de ella. En Francia, el ahora presidente Emmanuel Macron necesitó de 500 firmas de oficiales públicos y miembros del parlamento. En Estados Unidos, una federación como México, la cantidad de votos varía por cada Estado. En el caso de la contienda presidencial, un aspirante a la candidatura sin partido necesita de 860 mil firmas aproximadamente. Si bien es muy parecido al caso mexicano, no hay que olvidar que nuestro vecino del norte dúplica la cantidad de población de México.
Se podría argumentar que la recolección de firmas es una herramienta para impedir que las personas inadecuadas tengan acceso a puestos de elección popular y que se trata meramente de un filtro y de reglas a seguir. Sin embargo, los grupos que actualmente ostentan el poder han transformado un simple requisito en una manera más de mantener secuestrado el poder público, negando el acceso verdadero a la democracia a la población.
Aunque la aparición o triunfo de un candidato independiente en las boletas del 2018 no asegure un gobierno libre de corrupción ni una transformación radical del país, éstas sentarán precedentes en la historia electoral de México, abriendo la oportunidad al comienzo de reconstrucción democrática del sistema de partidos, una reoxigenación de la política y de la inclusión de realidades plurales representativas en nuestro convivir diario.