Las cárceles en México y su falta de otredad
Estudiante Diana Paola Berriel López
Lo que entendemos o no como criminal en la sociedad mexicana puede tener demasiadas aristas como para ser abarcado en su totalidad. Sin embargo, lo que ignoramos con relación a los que ya han sido juzgados y encarcelados también es un proceso digno de reflexión que, en muchas ocasiones, es abarcado como una simple forma de justicia. Es decir, se desconoce como sociedad lo que implica una cárcel en realidad, porque la idea de castigo está igualada a una forma de pago para el delito. Así, no se considera en ningún momento, las condiciones que definen e invaden a las cárceles de México y mucho menos a las personas que, culpables o no, son la otredad que nos negamos a ver.
De tal manera, se nos permite ignorar a los individuos dentro de estos centros de reinserción con la excusa de que son delincuentes, aunque olvidando que eso no les quita la categoría de lo humano. A la par: La falta de coordinación institucional, el endurecimiento de castigos para delitos menores, y la falta adecuada de planificación y recursos convierten a las cárceles de México en un espacio de castigo para pobres y marginados en centros de abuso donde los derechos humanos no parecen ser claramente respetados. (Bergman y Azaola, 2007, p.75)
Una vez Angela Davis dentro de un discurso se preguntó qué significa ser un criminal en su país, y si bien esta pregunta se sitúa en Estados Unidos, resulta igual de pertinente en México. Para comenzar, porque Davis (2016) nos planea la idea de que las cárceles son mecanismos excluyentes de determinados ciudadanos del círculo de la riqueza social, a los que una vez dentro de este ciclo, encontrar una salida resulta sumamente complicado. Además, nos habla de un contrato psíquico-social-racial dentro del cual la estabilidad del sistema se mantiene gracias a la amenaza de un castigo severo que normalmente recae en las personas racializadas, y para complementar se aumenta el deseo de un castigo excesivo en la sociedad.
En el caso de México se cumplen estas tres condiciones que atraviesan, tanto a las cárceles, como a los individuos dentro y fuera de ellas. Entonces, nuestra noción de justicia se vuelve un circo público que pide castigo tras castigo para un criminal que nunca es juzgado y siempre es sustituido por el sector más marginado de la sociedad por sus condiciones económicas y su origen. Con relación a las mujeres la situación es aún peor, puesto que en las cárceles “en cuanto a recursos económicos, espaciales y educacionales, cuentan con un nivel de calidad muy por debajo del nivel del que disponen las prisiones masculinas” (Salinas, 2014, p.5), ignorando además la falta de productos de higiene personal durante la menstruación. Por lo que el género nuevamente se vuelve un factor de peso para el rechazo social.
Ante esto cabe preguntarnos, ¿Qué hace la filosofía aquí? En primer lugar, expone lo que por un lado sabemos y decidimos ignorar, además de dar un diagnóstico claro de que lo que hoy, en este país, significa ser encarcelado. En segundo lugar, nos recuerda que el Otro siempre está ahí, en espera de ser reconocido, solo lo suficiente para interpelarnos y posibilitar la idea de actuar con verdadera justicia y no lo que es hoy en día. Como bien expone la filosofía de Lévinas “El Otro, que puede soberanamente decirme no, se ofrece a la punta de la espada o a la bala del revolver” (2002, p.212). Con esta simple desnudez no solo se muestra a sí mismo sino a todos los demás gracias a “la resistencia de lo que no presenta resistencia: la resistencia ética” (2002, p.212).
Finalmente, si se deseara comprender a las cárceles de México es necesario tener presente que hoy en día, estos sitios, representan el olvido de los derechos humanos, la falta de empatía, otredad y circunstancias para una vida digna. Determinando incluso antes de ser juzgados a aquellos que, por cuestiones de nacimiento como raza, condiciones económicas o sexo, se encuentran vulnerados y sentenciados por elementos que el propio sistema perpetua.
Bibliografía:
Bergman, M, & Azaola, E. (2007). Cárceles en México: Cuadros de una Crisis. Urvio, Revista Latinoamericana de Seguridad Ciudadana, No. 1, pp. 74-87.
Davis, A. (2016). Democracia de la abolición. Prisiones, racismo y violencia. Madrid: Trotta.
Levinas, E. (2002). Totalidad e Infinito. Salamanca: Ediciones Sígueme
Salinas, C. (2014). Las cárceles de mujeres en México: espacios de opresión patriarcal. Iberofórum. Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana., No. 117, pp. 1-27.