Mi experiencia en Casa IBERO
Kaery Peláez Vázquez
Estudiante de Dirección de Recursos Humanos
Cuando iniciaba mi servicio social en Casa IBERO me preguntaron que, ¿Cuál era mi papel? Y respondí que “consideraba que tenía muchas semejanzas con mi vida, pues siempre me llamaba la atención la forma en la que mis papás aportaban para resolver algunas situaciones y yo también quería hacerlo, pero era pequeña y aún no contaba con las herramientas que tengo hoy en día” Las semejanzas a las que me refiero son aquellas que tuve la fortuna de ver desde otra perspectiva, pues mis papás eran profesores de primarias federales y todos los días escuchaba sobre violencia familiar, divorcios, violación, desapego familiar, problemas de aprendizaje, falta de ética, nulo apoyo del gobierno hacia la sociedad, entre otras cosas.
Menciono que lo vi desde otra perspectiva porque esto yo no lo vivía directamente, pues no estudiaba en estas escuelas, pero eso no me hacía indiferente a lo que los demás vivían día a día y por eso siempre he creído que no existe un destino, sino que este se va trazando de acuerdo con las decisiones que vamos tomando. Yo, por ejemplo, decidí estar en Casa IBERO para poder aportar como en el pasado quería hacerlo y todas las decisiones y proyectos llevados a cabo de mi vida universitaria me llevaron a estar ahí.
Casa Ibero no es como muchos estudiantes y profesores creen, pues se piensa que es un lugar similar en instalaciones y equipamiento al de la universidad, pero no es así, el contexto social, de desarrollo humano e infraestructura es totalmente distinto.
Además, Casa IBERO es un lugar de vinculación para la comunidad universitaria pero es mucho más que esto, es un lugar donde las personas que viven en Valle del Paraíso encuentran convivencia, paz y diversión a pesar de vivir en un entorno lleno de opresión.
Pero ¿Qué es opresión?, en sociología y de acuerdo con Jean Harvey (1904), la opresión es la relación asimétrica entre dos partes, por lo demás iguales: opresora y oprimida, que se origina en una desigual distribución y/o uso del poder, que brinda beneficios al opresor a expensas de los intereses o la voluntad del oprimido.
En Casa IBERO pude ver que la opresión se convierte, por ejemplo, en que algunos de los niños quieran ocupar en un futuro un puesto que signifique “poder” como policías, marineros, militares, etcétera, para dejar de ser “los que obedecen”. Así mismo, vi que muchos de ellos experimentan temor a opinar, a no pensar igual que los demás, a ser vistos, escuchados o tener un momento donde la atención sea sólo para ellos porque creen no merecerla y esto desencadena poca participación en los talleres, constantes inasistencias y el deseo de sólo estar inscrito en un taller, pero no realmente estar viviéndolo.
Quiero hacer un énfasis en la opresión porque a lo largo de mi servicio social pude percatarme de que las personas que asisten a Casa Ibero viven esto todos los días sin darse cuenta porque es un modo de vida ya normalizado, que en lo personal, y me atrevo a hablar por mis compañeros, nos frustró en muchas ocasiones observarlo. Nos dábamos cuenta que los habitantes de Valle del Paraíso cuentan con herramientas sociales para poder tener acceso a educación, a un mejor estilo de vida y a una mejor integración pero simplemente a veces decidían quedarse de la misma forma en la que se encontraban, y creo que es posible que esto suceda porque ellos mismos se invisibilizan, porque toda su vida ha sido así, es un círculo donde no sólo se decide salir aunque existan muchas herramientas, se requiere de un trabajo constante y de una fuerza de voluntad para reeducar las creencias y darles motivos para empezar a alzar la voz hacia ellos mismos.
Por lo tanto, lo anterior, me lleva a sostener lo que dice Freire, “en la relación opresor-oprimido, es el oprimido quien tiene la responsabilidad de liberarse”. Dice él: “Ahí radica la gran tarea humanista e histórica de los oprimidos: liberarse a sí mismos y liberar a los opresores” (Freire 2005, 41), pero no sucede así de sencillo como Freire lo plantea, pues si las personas que habitan Valle del Paraíso deciden quedarse en ese “status” es porque es lo que conocen y lo que les han enseñado, pues toda su vida, desde el momento en el que migraron para llegar aquí, desde ese instante dejaron de contemplar las oportunidades porque no las tienen y la única que conocen es con la que viven porque les ha dado resultado y sólo es consecuencia de una sociedad de consumo.
Por lo tanto, considero que no existe un papel como prestadora de servicio social, sino que te vuelves un amigo cercano y aliado para las personas, así como lo es el equipo de Casa Ibero que con la transmisión de ideología sobre sentir orgullo de la diversidad cultural dentro de Valle del Paraíso y celebrarla, han generado una comunidad de apoyo donde personas con una historia similar se curan las heridas emocionales de la opresión internalizada y ejercen acción contra la injusticia para ayudar al grupo a cambiar de dirección.
Quiero finalizar citando a José Martí, “sólo la opresión debe temer el ejercicio pleno de las libertades” y con esto quiero decirles a las próximas generaciones asistentes a Casa Ibero y a los estudiantes en general que, muchas veces nos sentiremos frustrados porque pensaremos que nuestras acciones no colaboran o que no son pertinentes pero realmente sí lo hacen, sólo que no suceden de un día a otro, pues tanto los prestadores de servicio social y las personas que asisten a Casa Ibero manejamos una “caja de creencias” diferente de acuerdo a la forma en la que fuimos educados y ésta deberá ser reprogramada y justo ahí es donde el papel del prestador de servicio social funge.