Experiencias y reflexiones en torno a la marcha del 8 de marzo
Daniela Loza Saldaña y Gloria Alejandra Larios Martínez
Licenciatura en derecho
Como estudiantes de Derecho y prestadoras de servicio social del del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE), en este artículo, reflexionamos sobre nuestras experiencias en torno a la marcha del 8 de marzo en el marco del Día Internacional de las mujeres.
Como bien sabemos, quienes simpatizamos con la causa de revindicar los derechos humanos de las mujeres, tenemos claro que el día 8 de marzo es todo menos una celebración. Como algunas mujeres compartíamos en redes sociales previo a la marcha, “el 8m no me felicites” o “el 8m no se celebra, se lucha”, pero ¿por qué?
El 8m es un día para recordar la importancia de la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos, pero ¿Cuáles son sus antecedentes? Tienen lugar en el año 1857 en Nueva York, en donde un 8 de marzo mujeres trabajadoras de la industria textil organizaron una huelga con el motivo de exigir 2 cosas muy importantes; salarios justos y condiciones laborales dignas y humanas. Lamentablemente no obtuvieron la respuesta esperada, ya que la fuerza pública las detuvo. Pese a muchos obstáculos, las mujeres se organizaron y dos años después, crearon el primer sindicato para luchar por sus derechos.
Estamos convencidas de que es importante conocer acerca de las razones por las que se conmemora este día: protestar, exigir y visibilizar la lucha por los derechos de las mujeres. Derechos por los que nuestras antecesoras comenzaron años atrás pero que siguen vigentes, una lucha que no parará hasta que las mujeres dejemos de ser oprimidas por razones de género. Esta lucha emerge contra un sistema patriarcal e histórico que lleva ejerciéndose a lo largo de la historia de la humanidad, y que en nuestro país, en medio de la corrupción y el machismo, el Estado sigue sin proveer un sistema de justicia y protección de los derechos humanos, donde se ponga al centro a las víctimas; por el contrario, recrimina, ignora, revictimiza a las mujeres; y que protege a los agresores y culpables de ejercer violencia, de cometer feminicidios o desaparición de personas y/o de formar parte de redes de trata de personas.
Las marchas del 8 de marzo hacen que todas las voces de las mujeres se unan formando una sola, nos brindan una forma y un lugar seguro donde protestar, cosas que nadie nos brindará más que nosotras mismas.
Ahora bien, como autoras de este documento, queremos denostar que hemos tenido experiencias distintas, y razones diferentes para asistir a las marchas, pero coincidimos con la misma finalidad, promover a conciencia las distintas luchas y exigencias del movimiento feminista. Por ello, a continuación, hablaremos desde nuestras subjetividades.
Desde mi experiencia (Daniela Loza), aproximadamente a partir de 2019, tuve la dicha y fortuna de conocer el feminismo, por lo cual estoy sumamente agradecida, ya que éste trajo a mi vida un despertar, el cual hizo que abriera los ojos, que me pusiera aquellas “gafas violetas” y comenzara a ver y vivir mi vida de una manera distinta. Siendo un camino lleno de cambios, deconstrucción, mucho aprendizaje y también de muchos retos.
A partir de conocer este gran movimiento tan noble, es que tuve las ganas de asistir a mi primera marcha la cual fue en 2020, poco antes de que se decretara el confinamiento en México por la COVID 19. Sin duda ese día hubo una mezcla de emociones, tales como adrenalina, coraje, tristeza, impotencia, entre otros. Para mí, fue muy impresionante ver a tantas madres con las fotografías de sus hijas desaparecidas o hijas muertas por quienes buscaban justicia.
El 2021, debido a la presente pandemia, no asistí a la marcha por miedo a contagiarme, prometiéndome que en 2022 si lo haría. Para la marcha del 8 de marzo de 2022, reconocí una manera más consciente la lucha de ese día y con objetivos y causas más claras del por qué saldría a luchar. Me percaté que no solo se seguía teniendo las mismas emociones, también me di cuenta de que entre mujeres somos capaces de amarnos, acuerparnos porque acompañarnos es resistencia.
En este año, salí a marchar por Marisela Escobedo y todas aquellas madres quienes han perdido a sus hijas, por todas quienes han sido abusadas y acosadas por hombres en quienes alguna vez depositaron su confianza; por las madres que también nos faltan; por todas las que no han podido tener un buen trato por parte de las autoridades cuando van a denunciar; por todas las mujeres trans víctimas de cualquier tipo de violencia; por todas las niñas quienes han sido obligadas a parir; por las mujeres que son explotadas sexualmente; por nuestras ancestras quienes nos abrieron muchos caminos y a quienes también obligaron a callar. Marché por todas las niñas a quienes les han arrebatado sus sueños y por la opresión que todas vivimos a consecuencia del sistema patriarcal.
Ahora bien, desde mi experiencia como Gloria Alejandra Larios, la marcha del 2022 fue la primera a la que asistí junto con mi hermana y mi madre. Los años pasados únicamente compartía o proporcionaba información a través de redes sociales, que apoyara al movimiento feminista. No fue hasta hace un poco menos de un año, que debido a un problema familiar bastante grave provoco en mi un despertar amargo.
En lo personal, estas fechas y específicamente la marcha se han vuelto un recordatorio de que las mujeres no estamos a salvo, que todos los días se puede ser víctima o volver a ser víctima de una violencia estructural constantemente ejercida en todos los ámbitos, familiar, laboral, social, cultural, religioso, etc.
Mis razones para ir a marchar por primera vez fueron claras, la principal fue acompañar a mi hermana, explicarle los grupos y contingentes que habría en la marcha, el trayecto que recorreríamos, así como la importancia social de esta. De igual forma explicarle lo que significa el famoso bloque negro y porque lamentablemente las mujeres que lo conforman han sido erróneamente juzgadas por los medios de comunicación y criminalizando la protesta.
De igual forma fui a apoyar a mi madre, y dejarle claro que sí, si es cierto que debíamos tomar nuestras precauciones, también debíamos estar abiertas a entender la razón de ese día de lucha, en el cual, entre muchas otras cosas, se exige un país seguro para las mujeres, así como el acceso a la justicia a todas las víctimas y el cumplimiento de las responsabilidades del Estado para prevenir, investigar, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
Asistir a la marcha y vivirla en carne propia me abrió los ojos, lamentablemente no puedo decir que la necesidad de ir a marchar sea agradable, pues las razones de la marcha son las constantes violaciones a los derechos de las mujeres. Pero lo que sí me queda claro es que fue una experiencia enriquecedora. Este 8 de marzo, escuche historias, conocí personas y familias, aprendí nuevas causas por las que luchar, cosas que lamentablemente los medios de comunicación en su mayoría difaman y entendí que las mujeres no estamos solas, que, si algún día faltara o alguna familiar o conocida lo hiciera, habría mujeres, gritando nuestros nombres, gritando sus nombres
Dicho esto, como mujeres y como estudiantes de derecho, consideramos que el feminismo nos ayuda a cambiar la visión de lo que significa ser mujer, convirtiéndonos en un símbolo de fortaleza imparable, donde dentro de cada una existe un poder increíble y transformador. La sociedad lo que espera de nosotras es nuestro silencio y es por ello que a mucha gente les genera molestia el ver que salimos a marchar, a pesar de que 10 mujeres son asesinadas diariamente en nuestro país.
Bajo el sistema patriarcal en el que vivimos y alrededor de todos los roles asociados a este, no se aprueba ver que las mujeres ocupemos el espacio público, porque no fue destinado para nosotras. Por eso, al sistema le agobia vernos gritar, exigir y ser eso que los estereotipos asignados a los femenino nos dicen que no debemos ser. Al sistema, no le gusta vernos alzar y unir nuestras voces porque justo eso es lo que menos se espera que hagamos. Pero ahí estuvimos, más ruidosas que nunca, exigiendo lo que desde hace mucho tiene que dejar de ser: la opresión por razones de género.
Desde lo más profundo de nuestro corazón les agradecemos a quienes salieron a marchar por nuestros derechos, les agradecemos también a las que desde casa protestaron, a las que luchan por hacer un cambio para las que estamos y para las que vienen. A las que gritaron los nombres de todas esas hermanas que nos faltan y quienes alzaron la voz en memoria de todas nuestras antecesoras.
Desde nuestro sentir creemos que días posteriores a las marchas 8M, es importante seguir reflexionando sobre lo que nos mueve cada marcha, y en la medida de nuestras posibilidades, organizar algún tipo de reunión con amigas, ya que emocionalmente creemos que puede llegar a ser algo gravoso y fuerte. Conversar y compartir nuestros sentimientos, podría ayudarnos a desahogarnos y escuchar otras ideas, reflexiones y opiniones que enriquezcan las nuestras.
¡Vivas nos queremos!