Aquel fuego que encendieron en mi
Mildred Islas López
Estudiante de Psicología
Quisiera empezar este texto agradeciendo el espacio que se me brinda para compartir mi experiencia, y al mismo tiempo quisiera extender la invitación a otras, otres y otros estudiantes a realizar su servicio social de Inserción, en busca de despertar la sensibilidad, conciencia y criticidad que se necesita frente a los escenarios que la realidad nos plantea.
Dicho esto, prosigo en compartirles mi experiencia alrededor de mi servicio social de inserción durante el verano 2022, la cual transcurrió dentro de los Valles Centrales de la bella ciudad de Oaxaca, en una organización que lleva por nombre Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca, A.C., quienes entre otras muchas cosas, son mujeres que acompañan procesos de defensoras latinoamericanas de Derechos Humanos.
Como estudiante de psicología, trabajé desde el acompañamiento integral feminista de mujeres defensoras de derechos humanos, que como se podrán imaginar, llevan consigo un profundo desgaste físico y emocional generado por su trabajo de resistencia y lucha que, aunado a las complicaciones de la vida cotidiana, tienen como resultado eventos que requieren tiempo y espacio para ser acompañados y atendidos.
Frente a toda la magia ocurrida – que pocas veces pude ser capturada en escritos literales – hice un fanzine digital en donde relaté lo que ahí viví, pues hablar entre líneas fue la mejor forma que encontré para plasmar la esencia de lo ahí compartido y vivido.
A continuación les comparto unos fragmentos:
[…]
Y de pronto, me nombraron; “Gran mujer agua de la muerte”, y se hizo su presencia.
Las miradas volvieron las unas a las otras y sin decir mucho, ya nos conocíamos de nacimiento y también de trayectoria.
Aunque no sé en realidad si algún día volveré a verlas. De eso, solo me queda el sonido profundo del caracol en el bautizo de todas.
Entre chachalacas, Almendritas, polillas y otros insectos, el despertar surgió,
Y con él, la curiosidad y el asombro.
[…]
De las primeras experiencias de encuentro que ayudaron a que mi sensibilidad despertara, fue la lectura del Tonal. Dentro de ella ocurría, después de la lectura y la explicación de la misma, un nombramiento y un bautizo. En este encuentro, todas las presentes fuimos bautizadas con nombres que, por alguna razón, nos venían bien y con los que nos sentíamos identificadas y sobre todo representadas.
Me queda claro que esta como muchas otras herramientas, que la humanidad ha desarrollado para entender “la personalidad” – desde los signos zodiacales, hasta las teorías de la personalidad como el eneagrama-, buscan dar respuesta a elementos y características de los individuos. Que si bien, pueden enmarcar rasgos característicos y particulares que representan mejor a unes y a otres, en realidad -creo yo – estamos hablando de posibilidades de habitar y de proceder en la vida. Posibilidades que al ser tan humanas, como todas las demás, son igual de posibles y habitables para todes, todas y todos. Más que rasgos definidos, son posturas que podemos habitar y que de hecho, pueden ayudarnos en determinados aspectos de nuestras vidas.
En este caso, al yo ser nombrada como “Gran mujer agua de la muerte” o “Almiquitzin”, me sirvió para entenderme desde otras posiciones que antes se me habían negado, y que ahora, al ser nombrada y además bautizada, me permitieron explorarme desde características mías que no habían sido miradas, ni reconocidas del todo. Y así fue del inicio, tan sensible y adecuado. Algunas veces, la realidad puede sobrepasar las explicaciones lógicas, lineales y causales, tal como lo enmarca el cientificismo positivista, sin embargo, Oaxaca fue para mí – como lo seguiré repitiendo en este escrito – una ruptura en el paradigma y en las formas de entender la vida y mi propia vida.
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Las mujeres de aquí andan cantando la anhelada utopía y en poesía sueltan frases que conmueven mi alma.
¡Por nuestras Diosas!,
¡Qué la revolución nos agarre trenzándonos las almas!. Entonces, la ternura se convertirá en nuestra bandera,
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En el trayecto de mi casa a mi lugar de trabajo, me conmovía contemplar, con ojos sensibles y llenos de ilusión, la escena Oaxaqueña del diario, desde las colonias más cotizadas hasta las zonas vistas como peligrosas. Entre el trayecto de mi casa a mi lugar de trabajo, había una hora y media de viaje en transporte público y esto me permitió entender y ver a Oaxaca desde diferentes escenarios. Para mi fue muy lindo, los primeros días, escuchar en las calles y en mi espacio de trabajo, a mujeres cantar en voz alta canciones que desconocía y que me decían más que solo una melodía. Con respeto comparto, que para mí, el semblante de la/el/le Oaxaqueñx deja ver una historia de lucha y resistencia que no se ve con facilidad en otras partes de la república, y que me hacían entender otras cosas, otros tiempos, y otras lógicas.
Al mismo tiempo, la posibilidad de estar en compañía de mujeres defensoras de derechos humanos que, desde el cuidado, la ternura, la rabia, la lucha y la resistencia, han hecho de su historia la construcción de otras historias, me ha llenado de conmoción. Pues en un escenario como lo es el latinoamericano, lleno de extractivismo, saqueo, transfobia, feminicidios, desplazamientos forzados, desigualdad, represión a la libertad de expresión, desapariciones, abuso de autoridad, persecución del Estado, entre otras, frente a una lucha que parece inacabable y brutal. Me pareció tan significativo observarlas, entre ellas, abrazarse, cantarse, trenzarse sus cabellos las unas a las otras. Frente al dolor, la impotencia, el desgaste, la rabia, el rencor y años de lucha, aún existía intacta su capacidad de cuidado, de ternura y de amor, para dedicarse un espacio y trenzarse el cabello.
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Y de esos ojos de experiencia e ilusión tenaz, augurio de un nuevo fuego ardiente que desde mi vientre prende,
Y en ese canto de libertad desafinada, en medio de frases poéticas que sólo el alma entiende.
Mientras, el alimento es la conversación de la vida, de nuestras vidas.
Y de una vida fundida entre guerras y amores, aún con el semblante firme y la certeza de una nueva esperanza.
[…]
Dentro de todo lo ocurrido, la experiencia estuvo repleta de encuentros fantásticos, entre rituales zapotecos y ceremonias mayas, que desde lo visto en el aula, irrumpía con todo lo establecido en el marco de “la sanación” y el “acompañamiento”. Porque al interior de estas lógicas comunitarias y ancestrales, tan presentes en Oaxaca, existían otras formas de sanar y de acompañar que van más allá de las cuatro paredes del consultorio terapéutico. Formas alternativas a la manera en la que me enseñaron a entender lo psicológico desde lo individual.
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¡Por mis amores!,
¡Que la revolución nos agarre en medio de un baño de temazcal, ya sin nada que ocultar!
“Si sanas tú, sano yo. Si sano yo, sanamos todxs”.
Pues es así, de pura verdad se llenó aquel encuentro entre lo mítico-mágico y lo puramente tangible.
Pues es así, ya que la curación y el acompañamiento tienen más de dos caras y formas posibles.
Pues así ya es, que entre llantos y liberaciones secretas, hoy podemos vernos distintos los rostros.
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Entendí entonces que más allá del espacio delimitado por las paredes de un consultorio y un manual que enlista los síntomas que presenta una persona, en realidad existen y son palpables – es decir, reales, traducidas a lo práctico – otras experiencias y formas de sanar el alma. Y que desde las comunidades, la sanación trasciende espacios místicos, y también colectivos y comunitarios. Que si bien, no existe una sistematización de estos procesos, me queda claro que la intuición tiene mucho más que decirnos de lo que nos han hecho creer.
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Si yo no supiera amar, no tuviera cómo traducir esto que estoy viviendo.
Pues solo desde aquel tierno amor, he podido comprender el profundo dolor oculto en medio de tanta lucha.
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Y las dulces lágrimas ahogadas, liberaron lo que no se había podido soltar.
Como si fuera ayer el anhelo de lo que hoy se cumple, al contemplar los destellos de esperanza de donde se construye el nuevo horizonte
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Y entonces, la semilla fue sembrada.
Aunque la solicitud nunca fue hecha, aquel fuego ya es creciente y ya es posibilidad . . .
Lo que quisiera rescatar de esto, no es la forma en la que yo leí y traduje la realidad en este contexto, sino más bien, el elemento sensible. Creo fervientemente que observar la vida con ojos sensibles nos permite observar otras cosas que van más allá de nosotras, nosotres y nosotros mismxs. También creo que mucha de la sensibilidad la hemos perdido, frente a un contexto que duele y da miedo, o frente a una vida vivida desde la comodidad, y que de esto, resulta difícil cuestionar y analizar que la comodidad es solo parte del privilegio. Considero importante que como estudiantes universitarios desarrollemos la capacidad para mirar la vida y el mundo que nos rodea con ojos sensibles y críticos. Que nos posicionemos frente a un mundo que exige acciones concretas y que dejemos la comodidad que nos brinda no posicionarnos frente a nada, ni mirar desde lo sensible el dolor del mundo.
Agradezco infinitamente a las defensoras, a Laura, a Mary, a Yesica, a Mely, a Vero, a Male, a Venus, a Chivis, a Bella, a Lolita, a Rosario, a Nahu, a Josué, a Lulis, a Sebas, a mis Jefes, a Luis, a la señora Olga, a Manchas y Almendrita, al Abuelo Fuego, y a lo que no se ha nombrado pero que ayudó a que esto fuera posible. Seguro también me faltan nombres de personas y a ellas también les agradezco infinitamente. No me queda más que repetir; “aquel fuego que sembraron en mí, ya es creciente y ya es posibilidad”.