Juventudes entre el humo
Aricel Monroy
Colaborador de Contratiempo
Durante los últimos años, el consumo de cigarros electrónicos y vapeadores en nuestro país ha tenido un crecimiento exponencial. Estos equipos prometen ser una ayuda para las personas con problemas de adicción al tabaco siendo un sustito del cigarro común, ofertando ser menos dañinos tanto para el organismo como para el ambiente. La propuesta principal de dichos productos era ayudar a las personas a dejar de fumar de forma paulatina, brindando una menor cantidad de sustancias nocivas presentes en los cigarrillos, entre ellas la nicotina, la cual actúa sobre determinadas partes de nuestro cerebro asociadas a las sensaciones placenteras, lo que puede provocar dependencia.
A pesar de la propuesta inicial, estos equipos comenzaron a llamar la atención de la población adolescente, produciendo curiosidad, interés e incluso adicción hacia los mismos, generando una amenaza para la salud pública.
El problema es tan grande que Centro de Control de Enfermedades (CDC) en los Estados Unidos, ya catalogó una nueva lesión pulmonar asociada al uso de estos productos llamada EVALI por sus siglas en ingles. Aunado a esto, se encuentra el estudio realizado por la Asociación Americana del Corazón en el 2018, el cual mostro que la mayoría de los pacientes con esta lesión eran menores de 24 años. Tomando en cuenta estos datos, debemos añadir que, hasta hace unos días en nuestro país no existía un control sobre la compra, venta y distribución de los cigarros electrónicos y vapeadores, incluso existen máquinas expendedoras donde puedes adquirir un equipo sin necesidad de presentar tu credencial de elector o un documento que acredite tu mayoría de edad, por lo que existía pase libre para los adolescentes y niños que tuvieran la curiosidad o las ganas de comprar un cigarro electrónico.
No obstante, y después de que la Secretaría de Gobernación y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitario (COFEPRIS) declararon una alerta sanitaria máxima por los riesgos a la salud que provocan estos dispositivos, el presidente Andrés Manuel López Obrador firmó un decreto que prohíbe la venta y comercialización de estos productos. Unas horas después de este decreto, tan solo en Puebla, ya se han se han asegurado 1,495 vapeadores y cinco máquinas expendedoras de estos productos, mediante 44 visitas por parte de la autoridad correspondiente.
En este punto surge la duda, donde si realmente la opción de prohibir la venta de cigarros electrónicos será la mejor opción para acabar con este problema, al menos en nuestro país.
Desde mi punto de vista, es cierto que probablemente el conseguir un dispositivo electrónico para fumar no sea tan fácil como lo era antes, donde podías acudir a una máquina expendedora independientemente de tu edad y comprarte uno. Por otro lado, el tomar esta decisión puede ser contraproducente. Y es que lo más probable es que estos productos se sigan consumiendo y que incluso ahora llamen más la atención, así mismo, la venta de los vapeadores en el “mercado negro” seguramente se hará presente, poniendo en riesgo a las personas que lo consuman.
Este tipo de situaciones donde las sustancias prohibidas terminan llamando la atención de la población, se pueden observar en otros decretos como lo fue la Ley seca de 1920 en los Estados Unidos, en la que esta prohibición nacional de la venta de alcohol provocó una infinidad de consecuencias negativas para la salud pública, entre ellas estaba el fuerte incremento de circulación de bebidas alcohólicas en el mercado negro, lo cual hizo que la tasa de mortalidad por licor adulterado aumentara más de tres veces en los primeros cinco años de la prohibición, así como la formación de grupos delictivos para la comercialización del mismo.
Con lo mencionado anteriormente y desde mi opinión, podemos observar que tal vez la prohibición de cigarros electrónicos no vaya a lograr erradicar este problema, al contrario, puede potenciarlo. Es por ello, que considero fundamental la difusión de información sobre los efectos nocivos que pueden causar estos dispositivos en nuestro cuerpo, implementar políticas públicas que opten por la prohibición en la venta a menores de edad de estos productos, tal y como sucede con el cigarro convencional y el alcohol, así como el camino del autocuidado que les permita a las y los adolescentes llevar una mejor calidad de vida.