Mi historia con COVID-19
Por Saúl Cerón Salas
Jefe administrativo del Centro Intercultural de Reflexión y Acción Social
Con la indicación de que se suspendían labores presenciales, todo mundo debía resguardase en su casa. Era el mes de marzo cuando nos mandaron a casa como una medida preventiva. Una sensación de confusión y cierto miedo rondaba mi cabeza, pero pensaba más en mis familiares y amigos del considerado grupo vulnerable, ancianos y diabéticos principalmente.
Marzo y abril avanzaron como en cámara lenta, pero a la vez como escenas breves parecidas a una reproducción de Tik Tok. Sería el comienzo de una jornada con sendero largo y sinuoso; seguimos las recomendaciones: reducir las salidas todo lo posible, acostumbrarse al ardor de las manos por el alcohol en gel y a la saturación de los aerosoles desinfectantes.
En mayo enfrentamos el primer caso cercano de Covid-19 en nuestra familia. Carmen, médico en un hospital convertido para la atención de esta enfermedad se contagió, su esposo y los dos niños por fortuna no tenían la enfermedad, pero las personas cercanas nos organizarnos para apoyarles durante su periodo de cuarentena, lo cual implicó resolver varias cosas; ayudar a sana distancia fue como mandar un paquete a otra dimensión, la de los aislados que son un riesgo, pues te pueden contagiar en cualquier momento.
Cuando parecía que esto terminada, otro familiar, Omar, se contagió y nuevamente tuvimos que organizarnos, prepararnos para apoyar durante su periodo de aislamiento; su tercer hijo había nacido por cesárea en los primeros días de mayo, por lo que había una complejidad mayor para su esposa y sus pequeños. Pasaron los días y se perfilaba que olvidaríamos este contagiadero, pero no fue así.
Sucedió en la madrugada de un jueves, en la primera semana de junio. Me desperté con un dolor de cuerpo que no había experimentado, recuerdo que estaba destapado y con frío, pensé que no era importante, que pronto pasaría pues todo parecía estar bien. Para el viernes me di cuenta que había perdido el olfato. A pesar de estos dos primeros síntomas pensé que no era nada que temer, además llamé al teléfono disponible para COVID-19 y seguí las instrucciones de la grabación: que me aislara y quedara en casa. Para la madrugada del sábado llegó la fiebre y fue cuando tome los primeros medicamentos, en ese momento fue cuando realmente me sentí mal, por eso acepte los fármacos y busqué la primera ayuda médica.
En día domingo imposible conseguir una cita para hacerme la prueba PCR, y al consultar la información oficial encontré que sólo dos laboratorios privados y un hospital público eran los sitios autorizados en ese momento para hacerse las pruebas, la cita disponible más cercana era hasta el siguiente jueves, otra complicación. El martes conseguí, gracias a los contactos de la familia, hacerme la prueba con un laboratorio que tenía acuerdo con uno de los establecimientos autorizados; fueron hasta mi casa para hacerme la prueba de COVID-19. Ahora considero que haber dejado pasar tiempo para recibir tratamiento farmacológico complicó mi situación de salud, fue un primer gasto significativo no previsto.
La historia se complica, mi esposa también tiene síntomas, se hizo la prueba y resultó positiva, al igual que mi suegra, una persona mayor diabética; por primera vez sentí miedo y preocupación porque era del grupo de las personas vulnerables. Nos organizamos con apoyo de Carmen y Beto quienes para fortuna nuestra son los médicos de la familia y son quienes estaban al pendiente día a día de los tres pacientes COVID. La casa de mi suegra es lo suficientemente espaciosa con baños para cada uno en donde pasáramos los días de aislamiento.
En la segunda semana de junio lentamente mi salud se deterioró, mi cuerpo estaba agotado y débil, es increíble el desgaste en tan poco tiempo, perdí la noción del tiempo, lento, breve no lo tengo presente; al perder el gusto después perdí el apetito, recuerdo masticar los alimentos una y otra vez hasta darme cuenta que algo estaba mal pues no los pasaba, al hablar me costaba trabajo, dificultad para hilar las ideas, es como pasar a una dimensión oscura, ahora me queda claro si hubiera estado solo no hubiera permanecido en este mundo.
Hay momentos que son sombras, mi esposa me comenta episodios que no registro en mi memoria. Recuerdo que llevaron tanques de oxígeno, tenía dificultades para respirar, el oxímetro marcaba debajo de 90, lo cual era un signo de alarma. Un día después había llegado hasta 78, y los focos rojos se encendieron. Carmen me sugirió que me hicieran una placa de tórax simple, necesaria para valorar como estaban mis pulmones lo cual acepté; mi esposa tenía miedo, en ese momento no me lo dijo, pero ella pensaba que si iba al hospital no me volvería a ver, pero aceptó porque tan solo el hecho de levantarme de la cama para ir al baño y regresar me fatigaba mucho.
Estuve hospitalizado una semana, de martes a martes: el diagnóstico fue que tenía COVID-19 con neumonía, era algo grave; estuve en las manos de muchas personas a las que no les conocí el rostro y con voz menguada por su ropa de protección, vestidas con traje verde de pies a cabeza, eran como astronautas en una misión espacial. Cuando me canalizaron la vena de la mano izquierda, aunque es la mejor forma de recibir tratamiento y parte fundamental de lo que me sanó, fue a la vez como una especie de encadenamiento con rango de dos metros, esa manguera de oxigeno fue mi fuente de vida. Lentamente en mi interior sentía un cansancio, como hundirme en un pozo hasta el fondo, lágrimas de impotencia y de temor al sentirme tan mal y con la posibilidad de no salir adelante, recordé un consejo: “habla con Dios como si lo hicieras con un amigo”, y eso fue exactamente es lo que hice. Estaba angustiado, aislado y confundido, pero encontré su respuesta, recuerdo una voz en la madrugada que me decía calma, calma, calma… pude dormir y descansar.
Cuando desperté, había en mi alegría al sentirme acompañado, se comunicaron las personas más queridas y cercanas preguntando por mi salud y dándome ánimos para seguir adelante, para recuperar fuerzas, para salir pronto, la generosidad y cariño de cada persona es el mejor regalo en esos momentos. Ahora me queda claro que fue gracias a la suma de muchos esfuerzos que mi recuperación fue posible, realmente nunca estuve solo.
Mi cuerpo reaccionó favorable, los rostros del personal del hospital me confirmaban que me estaba recuperando, que tenía mucho que agradecer, pues pacientes de otras habitaciones fallecían por COVID-19. El día que me dieron de alta del hospital hubo un temblor por la mañana y mucho frío por la noche, fue la mejor metáfora de lo que había vivido, fue una sacudida desde lo más profundo, un recordatorio de la fragilidad de la vida, en cualquier momento podemos despedirnos, agradezco a Dios la oportunidad de seguir presente.
Regresar a casa fue la sensación más confortable, estaba feliz con todo y 12 kilos de peso menos, con dificultad para caminar, sin fuerza para hacer las cosas cotidianas, con una lista de cerca de catorce medicamentos que tomar, seguir en cuarentena aislado con indicaciones de hacerme la prueba COVID en dos semanas, con otros laboratorios para seguimiento médico, aun con poco apetito, con sesiones de rehabilitación cardio-pulmonar y los ahorros desaparecidos.
Un amigo que estuvo al pendiente de mi situación y fue de los primeros en poder visitarme cuando oficialmente estuve libre de COVID, me dijo “enfermo que come y mea el diablo que se lo crea”; era cierto, cuando recupere el apetito ya me sentía bien. Si bien a unos meses de este episodio aún se me cae cabello, hay una mínima sensación de inflamación en la garganta que no desaparece, y la luz intensa molesta.
Esta enfermedad es un asunto de paciencia, esperanza y de generosidad de las personas que te rodean para salir adelante. Aprovecho estas líneas para agradecer a cada una de las personas, que fueron muchas, por su acompañamiento de diferentes maneras en la lucha para recuperar mi salud, desde el corazón ¡gracias!
La mejor manera de comenzar a sanar es dando testimonio y compartiendo la batalla interior.
Dirían los abuelos, “Ya tienes que contar a tus nieto”.
Pronta recuperación.