Aquí vamos de nuevo
Érase una vez Gigi
¿No te ha pasado que cuando te encuentras a una persona que puede hacer saltar tu corazón todo pasa muy lento para después olvidarse muy rápido? Es decir: lo ves. Se detiene el tiempo. Sonríes. Se acercan y hablan. Es tanta tu emoción que contestas a sus preguntas y comentarios en automático. Después se dicen “hasta luego” y se van. Aunque todo pasó de manera lenta, a partir del momento en el que se despiden todo se empieza desvanecer demasiado rápido, ni siquiera estás segura de que lo que dijiste tenía algún sentido.
Después, cuando llevas tiempo sin saber de él te sorprendes pensando que cuando tuviste esa pequeña oportunidad, te hubiera gustado haber observado más su rostro, escuchar con mayor atención sus palabras, sonreírle más. Tal vez haberte atrevido a tocar su mano. De repente, sientes un vacío porque ya se te empieza a olvidar la mirada que te lanzó o la manera en la que dijo tu nombre aquella última vez que se vieron.
Y te prometes que no va a volver a pasar, que la próxima vez que lo veas no dejarás que ningún detalle se borre, que aprovecharás cada instante. Prestando especial atención a su rostro, a la forma en que sus labios se curvean dejándote ver la sonrisa más bonita que hayas visto nunca. Prometes que grabarás su voz en lo más profundo de ti para reproducirla por puritito gusto cuantas veces quieras. Y estás segura de que jamás volverá a pasar, hasta que de repente escuchas ese tan añorado y ya familiar “Hola”. Solo para darte cuenta de que tus recuerdos no le hacían justicia a su voz o al modo en el que empiezas a sentir un choque de electricidad en el momento en el que pronuncia tu nombre.
Y a la vez que sientes esta electricidad pasar de un extremo al otro de tu cuerpo, jurarías que escuchas dentro de ti una voz ahogada diciendo:
“Oh no, aquí vamos de nuevo.”