Discriminación: una barrera entre el reconocimiento de la diversidad a la igualdad
Por Alejandra Barroso Jiménez
Uno de los fenómenos a los que nuestra sociedad se ha acostumbrado es a la discriminación. A esta forma de intolerancia, maltrato, abuso, exclusión y miedo que, hasta cierto punto, genera la ruptura del tejido social. Sin embargo, a pesar de todo lo que provoca, no nos hemos detenido a pensar que, si bien la discriminación es uno de los principales problemas que tenemos como sociedad, también es el más normalizado.
Los seres humanos somos conscientes de que la discriminación forma parte de nuestra vida y que es una forma de expresión en el día a día. Nos hemos acostumbrado a comunicarnos a través de un discurso que manifiesta, entre líneas, la intolerancia al otro porque somos incapaces de imaginar un contexto diverso y, evidentemente, esta situación no debería de ser así. No obstante, nos encontramos en una postura en la que no hacemos nada al respecto, seguimos siendo irresponsables en nuestra manera de reflexionar y no queremos darnos cuenta que las cosas pueden cambiar si modificamos nuestro actuar y forma de pensar.
La discriminación se basa en un conjunto de prejuicios, estereotipos y tabúes aceptados por las sociedades que promueven la caracterización de la superioridad y de la inferioridad, porque, como bien sabemos, para discriminar debe existir alguien que se sienta con el poder para someter a un inferior. Normalización de la desigualdad, como también se le llama, es una de las formas que también propician la negación de igualdad en derechos. Como resultado de todas estas prácticas tenemos la legitimación del más fuerte, del abuso de poder y del odio entre personas que comparten modos de vivir a pesar de las diferencias que entre ellas puedan existir.
Durante mucho tiempo hemos estado en una lucha constante para evitar a toda costa la normalización de la discriminación, pero, a causa de tensiones sociales causadas por los gobiernos y las industrias culturales que buscan proteger sus propios intereses, esto no se ha conseguido. Además, la forma de organización de muchos países en la actualidad, como lo es el capitalismo, ha generado un individualismo que invita a la indiferencia y a no empatizar con el otro, y, por el contrario, promueve la lucha por el bienestar individual sin importar el de los demás.
En este sentido habría que cuestionarnos cómo estamos actuando en nuestro contexto, es decir, cómo me relaciono con el otro, qué hago por mí y por los demás, cómo estoy ayudando a mi comunidad, a mi estado y en una escala mucho más grande, a mi país, qué cosas le estoy aportando al mundo, y no me refiero a conocimientos, sino más bien, a los valores que hacen mucha falta hoy en día pero que ya nadie tiene el mínimo sentido de compartir lo que más importa. Las relaciones interpersonales en la actualidad son muy difíciles de establecer porque los seres humanos queremos recibir, pero no dar, buscamos atención, pero no la damos y, sobretodo, pedimos ser respetados, pero no respetamos.
Por el simple hecho de compartir la condición de ser seres humanos deberíamos identificarnos como semejantes y respetarnos unos a otros, sin embargo, parece que nos hemos empeñado en hacer todo lo contrario. Constantemente buscamos lo diferente que tiene el otro para así poder etiquetarlo y, posteriormente, excluirlo de pertenecer a lo que nos hace personas. Además, hemos planteado que ser “diferente” es una cuestión negativa, y, claramente, esto ha sido influenciado por el fenómeno de la discriminación. Pero en realidad nos hemos puesto a pensar, ¿qué es ser diferente y por qué es algo tan prohibido en esta sociedad que presume de ser incluyente?
Actualmente decimos, tal vez sin pensarlo, por lo normalizado que se encuentran estas formas de expresión en el lenguaje, que alguien es diferente cuando no comparte lo que el común de la sociedad piensa y aprueba. También, decimos que una persona es diferente por su condición física, pues, por ejemplo, a una persona que utiliza silla de ruedas, solemos llamarle “discapacitado” o que tiene una “capacidad diferente”, porque no puede pararse y hacer una actividad “normal”, como el caminar como el resto. Sin darnos cuenta estamos discriminando, pues, desde el momento en que ubicamos en nuestra mente algo normal y anormal, la situación va en vías de promover una exclusión.
Otra de las formas en las que solemos pensar que alguien es diferente, es por su orientación sexual o identidad de género. En el momento que confundimos conceptos como “género” e “identidad de género” esto empieza a salirse de control.
Primero que nada y antes de proseguir, debemos tener claro que el género se traduce en unas reglas sociales que la misma sociedad se ha encargado de imponer, reflejadas en características y comportamientos externos que definen a los seres humanos bien sea como “masculinos” o “femeninos”. Posteriormente, podemos entender que el término “identidad de género” es utilizado para referirse a la vivencia de carácter interno e individual que cada ser humano tiene de sentirse hombre o mujer.
Solo así podemos entender la homosexualidad, pues, aunque una persona pertenezca ya sea al género masculino o femenino, puede que su identidad de género la viva de una manera distinta y es totalmente válido. El género es una construcción social que con el paso de los años ha ido habitando en la mente de las personas. Idealizamos al género femenino con características como vestir de rosa, usar tacones, hablar de manera delicada y ser muy sensible. Por otro lado, tenemos la concepción del género masculino va de la mano con el color de azul, jugar fútbol, ser fuerte y no llorar.
Cuando aceptamos estas características automáticamente tratamos de encajar con el rol establecido por los estereotipos que marca la sociedad para cumplir con la condición de pertenecer al género masculino o femenino, pero, ¿qué pasa con las personas que no se identifican con su género y que no quieren aceptar y reproducir las condiciones que supuestamente los hacen ser hombres o mujeres? Pues pasa que no son aceptados porque no son como el común de la sociedad. Sin embargo, el problema no creo que esté en esas personas, más bien, está en los demás que no son capaces de dimensionar la existencia de la diversidad de género y que cada quien es libre de vivirla como más le guste.
La homosexualidad no es un problema, pero la homofobia sí, es una forma de discriminación que niega la igualdad de derechos, la dignidad humana y promueve la violencia. Recordemos que la discriminación disminuye la esperanza de vida, la protección contra los riesgos y el acceso a los servicios. Además, fortalece la intolerancia a la diversidad y facilita los abusos de la autoridad. Es, sin duda, un fenómeno complejo. Por ello, es indispensable comprenderla mejor, y ver cómo ha influido en la construcción histórica de nuestra sociedad. Comprender cómo hace imposibles las relaciones interpersonales basadas en el respeto.
Aún no hemos logrado pasar del reconocimiento de la diversidad al de la igualdad, que se construye a partir de las diferencias y no de la uniformidad, que supone la eliminación de la desigualdad de trato desde todos los ámbitos de la sociedad y en todos los rincones del país. Personas homosexuales, gays, lesbianas, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero e intersexuales (LGBTTTI), viven en todo el mundo situaciones complejas en razón de su orientación sexual o de su identidad de género. Las viven en cada lugar del país de manera continua; en las casas, en el bullying homofóbico, en el trabajo, en la calle, en los comercios o los hospitales.
Por ello, está en nosotros como universitarios y ciudadanos mexicanos transformar a nuestra sociedad para generar un cambio y que las personas empecemos a vivir sin miedo a mostrarnos como realmente somos.
Dejemos de criticar sin conocer, al contrario, hay que acercarnos al otro para conocer su experiencia, desde dónde dice lo que piensa, ayudemos a los que más lo necesitan, y sobretodo, compartamos nuestros conocimientos y valores de manera educada, con respeto, tratando de mejorar el entorno para que cada vez seamos más personas las que nos estemos entendiendo. En la medida que nosotros nos cuidemos es como iremos observando un cambio en la sociedad, a la que también, pertenecemos.